(Fuente: Suplemento Rural Clarín) POR DANIEL VIDAL INVESTIGADOR EN BIOTECNOLOGIA Y DIRECTOR DE BIOPOLIS
El autor adelanta que la soja transgénica es el primer paso de una revolución que transformará la industria alimenticia. Se vienen animales de granja modificados genéticamente, otros para producir leche con proteínas de alto valor, microalgas recombinantes que mejoran el aroma y el sabor de los alimentos, y compuestos para reciclar los residuos.
Basta dar un breve repaso histórico a la biotecnología de alimentos para comprender que desde hace 12.000 años el hombre ha mejorado las razas de animales de granja y las variedades vegetales comestibles utilizando dos técnicas genéticas: el cruce sexual y la aparición de mutantes espontáneos.
Hace poco más de cuarenta años se descubrió otra forma más sencilla y dirigida de mejora genética: la ingeniería genética. Consiste en seleccionar un gen de un organismo donador e introducirlo en un organismo receptor generando un organismo modificado genéticamente. Cuando estas técnicas se utilizan en la agroalimentación generan los llamados alimentos o cultivos transgénicos, de los que la soja transgénica es el mayor exponente.
¿Pero que vendrá luego de la soja transgénica? Evidentemente más transgénicos que, a diferencia de los actuales, no afectarán a las propiedades agronómicas, sino a las físico-químicas, organolépticas o nutricionales. Serán transgénicos de alto valor añadido y no serán sólo plantas.
En un futuro inmediato vamos a disponer de animales de granja transgénicos que en su leche produzcan proteínas de alto valor añadido con aplicaciones terapéuticas. También microorganismos capaces de dar lugar a alimentos o bebidas fermentadas con propiedades saludables o incluso microalgas recombinantes que generen aditivos alimentarios mejorantes del aroma, el sabor o el color de los alimentos.
Ya hay un empleo indirecto de la biotecnología consistente en utilizar técnicas moleculares de detección de DNA en el control de la seguridad alimentaria y la calidad de las industrias agroalimentarias. Con ellas podemos detectar unas pocas células de un patógeno en centenares de gramos de alimentos o fraudes por mezclas de materias primas ilegales en cualquier tipo de alimento. Es el CSI de la seguridad alimentaria que vendrá de la mano de la biotecnología.
Y eso es sólo el principio. Estamos a las puertas de la revolución de la aplicación de las tecnologías ómicas en la agroalimentación. En el año 2001, tras diez años de trabajo de 3.000 científicos y un gasto de 3.000 millones de dólares, se hizo pública la primera secuencia de un genoma humano.
Hoy basta con 4.000 dólares, un técnico de laboratorio y unas pocas semanas, y nos prometen que en pocos meses se hará por 100 dólares en menos de 9 minutos. Desde entonces es posible saber qué genes se activan o desactivan en respuesta a la dieta o determinar diferencias genéticas entre individuos que dan lugar a diferentes respuestas nutricionales. Es la nutrigenómica y la nutrigenética, respectivamente, algo que suena lejano pero que ya atrae el interés y las inversiones en investigación y desarrollo (I+D) de las grandes compañías multinacionales de la investigación.
Además, cada día se secuencian nuevos genomas de organismos de relevancia alimentaria. Con ello es posible conocer genes clave y definir estrategias de mejora, plantear mecanismos de defensa frente a patogenicidad o definir nuevas funciones fisiológicas. Todo un universo de posibilidades a discutir.
Y aun quedan más sorpresas. Por ejemplo, usar biotecnología para revalorizar residuos y conseguir desde ellos compuestos de alto valor añadido (péptidos activos, plásticos biodegradables o “building-blocks” para la industria química). También el uso de herramientas biotecnológicas para evaluar la acción positiva de algunos ingredientes alimentarios sobre nuestra salud.
Se prestará atención al uso de nuevos modelos animales y herramientas genómicas para evaluar la funcionalidad de los alimentos y su aplicación en la búsqueda de nuevos alimentos más sanos y más seguros.
En todos estos nuevos aspectos de la biotecnología es activa la compañía española de biotecnología Biopolis SL que acogerá próximamente en España a los participantes de un importante seminario (Ver Recuadro).
Esta compañía se generó hace 10 años como una spin-off del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (equivalente español al Conicet). Hoy emplea a 43 científicos y trabaja en desarrollos de I+D para grandes compañías internacionales de la alimentación en las temáticas descritas con anterioridad. En esencia, el seminario promete tres días de intenso trabajo basados en el intercambio de experiencias entre profesionales de distintos ámbitos. Se espera que este diálogo multidisciplinar genere ideas de consenso que permitan avanzar en el empleo de la biotecnología.