Con base en Tucumán, el Grupo Lucci vincula la ganadería con soja, maíz, caña y citrus, de los que industrializa gran parte. El peso del valor agregado local.

Tucumán es la provincia más pequeña del país y la más densamente poblada. Sus rutas son un desfile de pueblos y paisajes que en pocos kilómetros pueden pasar de las húmedas yungas a las llanuras chaqueñas del este.
Allí tiene su base el grupo Lucci, que se define a sí mismo como agropecuario y agroindustrial. Por un lado produce granos, caña de azúcar, limones y carne y abarca alrededor de 100.000 hectáreas en Tucumán, Salta, Catamarca y Santiago del Estero.
Por otro lado, industrializa los limones y procesa toda su soja para hacer biodiésel. Pero su principal valor no está en la cantidad de actividades, sino en la integración entre todas ellas. Verticalmente y horizontalmente, las transformaciones son una constante. (Fuente: Suplemento Clarín/Sabado 26 de mayo de 2012)“Con la distancia que hay hasta los puertos y el valor de los fletes, el agregado de valor en el NOA es fundamental”, subraya Ramiro Aznar, auditor de cultivos de la empresa, desde un lote al pie de un cerro en la localidad de La Cocha, donde recibió a Clarín Rural . A esta altura no es un concepto novedoso, pero ilustra perfectamente el eje estratégico del grupo.
De las 100.000 hectáreas que posee Lucci, 28.000 son destinadas a la ganadería, 43.000 a la agricultura y el resto a la caña y el citrus. Durante el verano, el maíz ocupa 12.000 hectáreas, y de ellas alrededor de 9.000 se venden a la industria y las otras 3.000 son consumidas por la ganadería. El grupo hace cría, recría y terminación a corral en dos feedlots con capacidad para 8.500 cabezas, y el alimento con el que se engorda a los animales es todo de producción propia. “La integración de la ganadería con la agricultura es clave”, dice Aznar.
Daniel Navarro, gerente de ganadería de la empresa, explica que las gramíneas estivales de la rotación agrícola (maíz y sorgo) son usadas como silo o como grano en la dieta, e incluso se pastorea el rastrojo del maíz. “Es un pastoreo controlado que no extrae más de 1.500 kilos de materia seca por hectárea, sobre el total de 7.000. El resto queda como cobertura en el suelo”, aclara.
La dieta que reciben los animales en los corrales está compuesta por silo de maíz, maíz en grano, harina de soja y una premezcla de núcleo vitamínico mineral. Además, durante los ocho meses anuales que funciona la planta de industrialización del limón, se usa el polvillo que surge del secado de la cáscara del limón. De esta manera, la ganadería se integra con casi todos los eslabones de la empresa.
Este año, el rodeo sintió el golpe de la seca y tuvo que reducir su cantidad de cabezas de 27.000 a 25.000. La agricultura, por su parte, también se vio afectada. El promedio histórico de rendimiento del grupo es de 2.900 kilos de soja y 6.400 de maíz, pero para esta campaña Aznar calcula 1.300 kilos de soja y 5.000 de maíz. “Proporcionalmente, el cereal pierde menos que la soja en los años complicados por el clima -dice-. Este año, las pérdidas en soja -que ocupa unas 30.000 hectáreas- llegaron a ser del 50%, mientras que el rinde del choclo cayó un 30%”.
Toda la cosecha de soja es llevada a la planta de biodiésel que el grupo tiene en Frías, Santiago del Estero. Allí producen biocombustible con su empresa Viluco, y se extrae la harina de soja que luego es enviada a los feedlots para componer la dieta de los novillos. La planta tiene una capacidad de molienda de un millón de toneladas, pero actualmente procesa 600.000 toneladas anuales, y de ellas 110.000 toneladas son aportadas por el propio grupo. Todo el biodiésel es vendido a YPF y la local Refinor.
Mientras monitorea la última etapa de la cosecha gruesa, Aznar ya planea el destino de los lotes que se van liberando. En Tucumán, la soja no siempre es el mejor negocio. “La caña hoy es mejor negocio, pero la combinación soja/garbanzo sí le gana a la caña”, explica. Por eso, en La Cocha, algunas hectáreas se están reservando para recibir próximamente garbanzo, arveja y lentejón chileno.
“En el invierno se hace trigo para beneficiar al suelo, pero los rindes no son relevantes. Las lluvias van de noviembre a abril, y los inviernos son muy secos”, dice Aznar. En la campaña pasada, ese cereal ocupó 6.500 hectáreas y el rinde promedio fue de 850 kilos por hectárea. Este año, por la falta de humedad en el perfil, el grupo solo hará 1.000 hectáreas para obtener semillas. El garbanzo aparece como una opción más rentable que el trigo, por lo que este año harán unas 750 hectáreas de ese cultivo, gran parte bajo riego.
Mientras tanto, el grupo Lucci sigue pensando cómo transformar sus productos, y para eso también busca mejorar la calidad. El año pasado, la empresa comenzó a certificar la producción de soja con el estándar RTRS, que busca distinguir al poroto producido de manera sustentable. “Hay una serie de parámetros que se debe cumplir, como no tener trabajo esclavo, no tener lotes desmontados después de 2008, producir en siembra directa y hacer rotaciones”, detalla Aznar, quien ahora trabaja intensamente en la realización de mapas de rendimiento para comenzar a hacer pie en la agricultura de precisión.
“Los suelos en los que trabajamos son muy diversos porque estamos en cuatro provincias, pero definiremos ambientes, haremos estudios de suelo y lo que sea necesario para luego hacer fertilización variable o siembra variable”, concluye el encargado de los cultivos.
En ese proceso de análisis del ambiente, seguramente encontrarán nuevas oportunidades de transformación e integración.

En el contexto económico actual, el grupo Lucci no tiene sus principales cartas en la soja ni en la ganadería, sino más bien en la caña de azúcar y en la producción de limones. “El citrus desplaza a la caña, la caña desplaza a la agricultura y la agricultura desplaza a la ganadería”, grafica Ramiro Aznar.
Citrusvil, la empresa citrícola del grupo, es la principal productora de limones del mundo. Desde algo más de 5.000 hectáreas en el oeste de Tucumán, al pie de los cerros, envía limones frescos al resto del planeta e industrializa una gran parte de su cosecha. La planta de procesamiento ubicada en San Miguel de Tucumán produce aceite de limón, jugo de limón para Coca Cola, y la cáscara de limón que en ocasiones forma parte de la dieta ganadera.
La caña, por su parte, es el cultivo que domina el centro de la provincia y hoy arroja una gran rentabilidad.
“En comparación, si una hectárea de soja da 300 dólares, una hectárea de caña brinda 2.000 dólares”, dice Daniel Navarro. La rotación de este cultivo, que forma parte de la historia y la cultura de Tucumán, es de seis años de caña y un año de soja.
La oleaginosa solo entra a los lotes para “limpiar” malezas, hace lo que se llama “descepe”, pero no mueve la vara económica. Claro que eso sucede en los ambientes que por su clima son aptos para la caña, que precisa entre 1.500 y 2.000 milímetros anuales de agua. Pero en los paisajes más bajos y secos del este de la provincia, la masa verde de la caña cede su lugar a la agricultura, la ganadería y los montes autóctonos.

Hasta ahora, la caña es el único cultivo que no recibe ningún grado de procesamiento por parte de las empresas del grupo Lucci. Pero en el futuro próximo aparece la idea de comenzar a industrializarla con una planta propia. De acuerdo con los vaivenes del mercado, se podría producir azúcar o destinar la caña a la producción de etanol. Pero como en cada idea que surge en el grupo, los efluentes no pueden ser un problema. Si este tema no está resuelto, el proyecto no puede siquiera nacer. Por eso, si el ingenio propio se llevase a cabo, los gases resultantes de la quema del bagazo serían utilizados por una usina para la generación de energía eléctrica. Parece un plan ambicioso, pero no sería la primera vez que la empresa hace algo del estilo. En la planta de industrialización de limones, los efluentes se usan para la producción de biogás. El metano liberado es capturado por un receptor que lo aprovecha en el consumo de la misma planta. Finalmente, el efluente se diluye y es usado para regar los campos citrícolas que están pegados a la planta.
Otro proyecto que el grupo tiene en carpeta es la construcción de una planta de etanol a partir del maíz. De realizarse, casi toda la cosecha sería destinada a ese uso. Como subproducto se obtendrían los “DDGS” (una sigla en inglés que significa, en español, granos de destilería secos), que tienen un alto valor energético y serían usados en las dieta del feedlot.

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