(Fuente: La Gaceta Rural) Los fitopatólogos argentinos y de otros países que se reunieron en Tucumán destacaron la importancia del trabajo conjunto entre empresas y los centros de estudios
El desafío de la agricultura es lograr un control eficaz de las plagas y enfermedades que en los últimos 40 años fue clave en la duplicación de la producción de alimentos. Con este concepto, el ministro Carlos Casamiquela abrió el “III Congreso Argentino de Fitopatología”, que se desarrolló en esta ciudad, en la que se presentaron disertantes de diferentes provincias y de países como EEUU, España, Brasil, Chile, México, Colombia, Ecuador y Uruguay.
A ello se sumaron más de 360 trabajos de investigación presentados, mediante exposiciones orales y en póster, así como conferencias plenarias, mesas redondas y talleres. Uno de los puntos centrales del encuentro fueron las actividades relacionadas con las buenas prácticas de manejo integrado e inocuidad, a partir de las necesidades y requisitos de los mercados internacionales.
Se destacó la importancia de las asociaciones entre las empresas privadas y los centros de estudio, que son una constante en los últimos años, donde los investigadores analizan y prueban los productos diseñados y miden su impacto en el control de enfermedades, por ejemplo.
Un ejemplo de esto es el acuerdo que existe entre la Eeaoc de Tucumán con la empresa internacional BASF. Por eso, LA GACETA Rural dialogó con Daniel Ploper, Director Técnico del centro de investigación, y Ricardo Paglione, responsable del cultivo de soja en esa compañía, en el marco del Congreso.
-¿Cómo vienen trabajando en la Experimental en este sentido?
DP: “Desde un primer momento, en el Capítulo NOA de la Asociación Argentina de Fitopatólogos nos abocamos a tratar de preparar un programa -para este Congreso- atractivo, no solo para los fitopatólogos sino también con otros aspectos vinculados con el manejo del cultivo. Por eso, tratamos diferentes enfermedades en los cultivos regionales (caña, cítricos, soja, cultivos industriales como algodón y tabaco), pero sin olvidarnos del resto. Y por supuesto los temas de interés para la especialidad. También consideramos las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) y microtoxinas y la inocuidad de los alimentos, para reforzar el lema de ‘sanidad vegetal con responsabilidad social’”.
“Sobre esta base, y definidos los nombres de las empresas, buscamos asociaciones con las empresas, con alianzas en apoyo de desarrollo tecnológico, y vinculadas con el manejo de enfermedades. Tuvimos una buena adhesión, y entre ellos se destaca la asociación con BASF, que desde siempre ha venido apoyando a la Eeaoc, tanto local como nacional”.
“El interés nuestro, como fitopatólogos, es el manejo de enfermedades, donde hay distintos métodos de resistencia genética, y otros de manejo cultural, donde también están la estrategia química: el uso de agroquímicos para combatir patógenos y enfermedades que no se pueden controlar con otros medios”.
“Por eso, desde siempre se han estado probando productos: las empresas necesitan ensayos y validar sus propias investigaciones con referentes locales, entre ellos la Eeaoc, y en el caso de BASF, con soja, cítricos y porotos, venimos haciendo ensayos desde hace años, probando nuevos desarrollos; hay interés de las empresas en que probemos materiales y productos”.
-Esos nuevos desarrollos, ¿sobre qué líneas están avanzando?
RP: “Buscando, por ejemplo, el control de nuevas problemáticas de una enfermedad -que no la conocemos- con control químico que es la ‘macrofomina’, que es una enfermedad menor dentro de la soja, pero sería una línea de trabajo. No solamente porque ULTRA (un producto de BASF) es una solución desde el punto de vista foliar, o si necesitamos un ‘curasemilla’, o una combinación de ambos, o repetir la aplicación foliar 1 o 2 veces, que podría ser una línea de trabajo. En cítricos también estamos trabajando con carboxamidas, incluso hasta iniciamos trabajos en caña de azúcar, y hemos presentado manejos antiresistencia de los fungicidas”.
-¿Cómo se conjuga esto con la protección del medio ambiente?
RP: Los productos que estamos lanzando son cada vez más exigidos por las autoridades del Gobierno. Hoy se habla de las Buenas Prácticas de Laboratorios para los nuevos registros; los productos tienen una especificación toxicológica en el espectro de productos que ofrecemos. Por eso, están saliendo del mercado los productos de mayor riesgo y están quedando los de menor riesgo, sumado a las exigencias del Senasa de algunos productos que exigen certificación”.
“Pero estas mayores exigencias se traducen en costos mayores. Hoy se está invirtiendo, por cada producto que sale, 200 millones de euros a nivel global, en un período de 10 años que va desde que en Alemania o en EEUU se desarrolla, en un laboratorio, una molécula, hasta que termina lanzándose al mercado. Antiguamente, esto no era un costo tan grande porque las exigencias no eran como son que se imponen hoy en día”.
-Los cambios climáticos regionales, ¿exigen cambiar sus expectativas y estrategias de investigación?
RP: A nosotros como empresa nos complica, porque no podemos tener una respuesta general a nivel país sino regionales, Por eso, tenemos diferentes estrategias; lanzamos una línea de productos como bandera, pero siempre se acomoda a la región, atentos a lo que sucede con el clima para saber el punto de vista de los pronósticos de los mercados”.
“Y desde el punto de vista de la molécula también lo vemos, porque lo se busca es que sea versátil, que lo podamos aplicar tanto preventivamente como curativamente, porque el productor, cuando está sembrando, no sabe si tendrá que salir a solucionar crisis imprevistas, o si podrá monitorear y si la enfermedad llegará lentamente o con violencia”.
DP: “Nosotros que venimos trabajando en enfermedades de soja, evaluando distintos productos, uno observa lo que es la evolución y lo que es la calidad y la tecnología de las nuevas moléculas”.
“Con las carboxamidas verificamos su eficiencia con los controles, sobre todos en los controles de ‘roya de la soja’, que prácticamente durante tres años no tuvimos por la sequía, por lo que el productor -que venía olvidado de hacer monitoreos y recomendaciones y con un inicio de campaña tan mala-, no quería un cultivo que le generara muchos costos. Por eso tuvimos altos niveles de roya del 50% en el testigo con los fungicidas convencionales, y estas nuevas moléculas estaban con un nivel de enfermedad del 5%, lo que viene a demostrar que hay un alto porcentaje de control”.