Pasado un tiempo del “miedo” que generó la roya de la soja, Infocampo entrevistó a Daniel Ploper, director de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres, para informar sobre la real importancia que tuvo la enfermedad.
-Daniel, ¿cómo se desarrolló la enfermedad en América y cómo fue evolucionando, principalmente en Argentina?
-Apareció por primera vez en Paraguay en el año 2001. En esa campaña también fue detectada en Brasil, y un año más tarde, en el 2002, se observó por primera vez en nuestro país, específicamente en la provincia de Misiones. Más tarde, aparece en la zona noroeste argentina (NOA) a finales de la campaña 2003-04. Luego, en la 2004/05 ya aparece un poco más temprano en el ciclo del cultivo, y en la temporada 2005/06 es cuando la enfermedad tiene mayor intensidad en el norte argentino, especialmente en Tucumán. En la zona pampeana (zona núcleo) siempre llegó tarde, a fines de marzo y comienzos de abril, donde no tuvo ningún impacto. Y en nuestra región, en los años que apareció, se comportó como enfermedad de fin de ciclo.
-¿Provocó daños importantes en el país?
-Acá se había hablado y se había generado mucha expectativa, pero la verdad es que no ocurrió nada. Es una enfermedad muy importante cuando tiene las ondiciones para desarrollarse; puede causar mucho daño y pérdidas considerables. Los máximos niveles de pérdida que tuvimos en un año fueron de 600 a 700 kg/ha sobre 33 qq/ha. No se le tenía que dar un tratamiento especial. Haciendo el control para las EFC, la roya estaba bajo control. Pero además fueron en zonas puntuales.
-¿En algún país hizo un daño realmente importante?
-Principalmente en Brasil, Paraguay y Bolivia la enfermedad ha sido importante. Pero en Uruguay, Colombia y Estados Unidos no fue considerable. En este último país tiene el mismo fenómeno que acá, tarda en llegar y no tienen el mismo impacto.
-Hablando de Brasil, ahora que se convertirá en el principal productor de soja mundial por la sequía en Norteamérica, ¿cuáles fueron los daños en ese país y cómo fue el control?
-Provocó inconvenientes importantes porque el patógeno sobrevivía durante la época de invierno. Por lo que decidieron dejar de hacer la soja zafriña (de invierno), lo que hizo que se corte el puente verde que había provocado un nivel de inóculos muy grande. Además, al cortar esta soja, se provoca que en tierras adentro la roya llegue cada vez menos, y cuando se presenta, llega tarde.
-¿Cómo llegó la información al país cuando se empezó a hablar de esta enfermedad?
-Recuerdo que había mucha preocupación de los fitopatólogos porque se la presentaba, vía información de Brasil, Paraguay, Bolivia y países de África como Zimbabwe, como la patología foliar más destructiva de la soja. Se decía que tenía alto potencial destructivo, y que en un par de semanas podía destruir buena parte del follaje.
-Al recibir estas informaciones, ¿cómo fue la reacción de los fitopatólogos?
-Lo primero que hicimos fue una capacitación intensa en diferentes países. En aquellos años dijimos que por lo menos iban a tener que pasar cinco campañas para evaluar el impacto de esta enfermedad. Pero conociendo lo que había pasado con otras enfermedades en el norte del país, como cancro del tallo y mancha ojo de rana a fines de los 90, nos movilizamos para que se creara el programa nacional de la roya de la soja, convenciendo a las autoridades para que se haga el monitoreo, parcelas, rampas y un sistema intensivo de vigilancia para alertar a los productores.
-¿ Cuál fue el aporte de los fitosanitarios durante este proceso?
-Ha sido muy importante, ya que si hay algo que la roya ha contribuido es para una mejor sanidad del cultivo. En toda esta historia de monitorear y revisar los lotes, los productores empezaron a percibir otros problemas, como los de insectos y malezas. Además se le prestó más atención a la calidad de las aplicaciones de los agroquímicos, comenzando a hablar de las pastillas, volúmenes, tamaño de gota, etc.
-¿ Y en cuanto a la genética?
-Todavía no aportó para el control de la roya, pero se está trabajando con programas de mejoramiento. En algunas variedades, como Munaska (propiedad de la Estación Obispo Colombres), se observa un menor progreso de la enfermedad, lo que llamamos royeo lento. Pero al final se puede enfermar al igual que una variedad.
-Ya pasado un tiempo del transcurso de la enfermedad, ¿qué enseñanza les ha dejado?
-En mi caso me quedo tranquilo porque hemos trabajado preventivamente, abriendo el paraguas, y no nos sumamos al boleo de que se reportaba la roya en alguna zona y ya se quería agregar agroquímicos desde La Quiaca hasta Río Negro. De todas maneras, una de las cosas que aprendimos es que uno no puede asemejar situaciones de otros países al nuestro. Por ejemplo, en Brasil tiene otro ritmo el desarrollo de la enfermedad; por condiciones ambientales, no se puede extrapolar situaciones. En Argentina fue mucho más lento, y tiene otras temperaturas. Además nos enseñó cómo actuar preventivamente y a prestarle atención a las patologías foliares de la soja.